Amanecer desde el Teide

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Me acoge un lugar en el que no hay aguacates cuando los campos se incendian. Donde tampoco hay lechuga cuando ha llovido tanto que se se ha podrido la última cosecha. Donde la chica que trabaja en el supermercado nos dice «hay que esperar a que se regeneren los campos». Me acoge un lugar que me hace bajar el ritmo y subir la intensidad que está en lo simple, en lo que no necesita nada más que lo que es. Ahora pienso que tiene algo de sincronía el hecho de que uno de los regalos de este año, de este ciclo de la tierra que languidece para dar paso a otro despertar, fuera un amanecer desde el Teide.

Gracias Canarias por recordar a esa parte de mí caprichosa y asfaltada que en este planeta, por mucho que nos empeñemos, los elementos mandan.

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