Verdor en el gris

ENTRA EL VERDE EN ESCENA Y LOS PASOS SE RALENTIZAN. Las respiraciones se acompasan a otro ritmo. Las miradas se relajan. Los pulmones rajados con el filo del aire fresco, estallan… abiertos. Al menos, a mí me pasa.

En mi ciudad, alguien rebozó el aire rebozado de gris… una gaviota se detuvo ayer en nuestra terraza para recordar que debajo del refrito, siguen existiendo partículas de sal. Azotan brisas marinas las calles de esta ciudad… reclamando más clorofila en la que descansar.

Así acabé mi visita a Londres, entre verde y ardillas, pensando en cómo trasladar a mi casa ese parque verde donde respirar.

Delimitando

PAREDES, LINEAS, ÁNGULOS… DELIMITANDO NUESTRO ESPACIO. Saciando nuestra necesidad de ponerle un final, para que no nos quede grande, para que no flotemos demasiado, para no perdernos en el vacío. Inventamos límites en el espacio… igual que los inventamos en el tiempo.

Y ahí dentro de las paredes, cuántas verdades y mentiras, risas y llantos, gritos y susurros. Para todo ello, prefiero los detalles y los planos cortos… no vaya a ser que a mí también se me escape la sensación de inmensidad.

De mi paso por Londres guardo algunos cuantos guiños de palabras, nostalgia de tiempos de Darwin (¡quién hubiera podido descubrir un mundo!) y, desde dentro de los muros, a través de una ventana, altos vuelos.

El oriente del oeste

LONDRES EMPEZÓ POR CHINATOWN DETRÁS DEL CRISTAL. Un viaje en el espacio en pocas calles. Cristales casi como escaparates separando dos mundos que sólo convergen en un intercambio de servicios por monedas. De monedas por servicios. Y me pregunto por qué… por qué no crucé el cristal y le pregunté a esa chica qué se escondía detrás de la pupila que atenta, ardía. Estúpida prudencia. Estúpido pudor. Estúpida manera de «mejor tu ahí y yo aquí».

En estos días de cambio se me secaron un poco las palabras. Dejemos que la imagen hable… porque casi caprichosamente, sigo pensando que eso es posible.

Simplicidad

NO ME HAN QUITADO:

– las ganas de nacer de nuevo,

– el amor por lo que hago,

– la consciencia de la calidez de un abrazo,

– el placer de olvidarlo todo y disfrutar del ahora por una vez, por esta vez y por todas,

– la capacidad de ver en cada tropezón una oportunidad,

– la solidez de tu apoyo, la calidez de tu mirada siempre presente incluso en la lejanía,

– el no tener miedo a reducirme más a lo simple,

– la motivación por seguir trabajando, por seguir mejorando,

– seguir subiendo sin miedo a, algunes veces, seguir bajando,

– el saber que los esfuerzos van a sernos devueltos en mil recompensas,

– la certeza de que estás y de que estamos,

– las imágenes que esa cámara talismán recorrió entre la hermosa simplicidad de algunas vidas en el sur de Chile.

A todo lo que pasó, a todo el que estuvo y a ti… Gracias.