Regenerándonos

Ante mi últimamente habitual «No tengo tiempo»,  alguien me hizo ver que en realidad el tiempo te lo haces. Y ahora tengo más que claro que ese tiempo en formato desconexión, ese tiempo que puede ser un fin de semana o unas semanas, es justo el que no me quiero perder.

Dejando todo atrás porque así lo decides, reduces lo que tienes a lo simple y sencillamente te vas.

Esta vez, tocó un lugar con otro idioma, mucho viento y un siempre obvio mar, mostrando su potencial de ser más cuando una herida cure. Quizás un buen sitio para irse en busca de aire.  Hasta pocas fotos hice. Sólo me desprendí de casi todo y me olvidé de que los zapatos se necesitan para que luego no duelan las plantas de los pies.

Al llegar el ya no tan temido lunes, no dejaba de pensar en cómo puede recargarte tanto un simple fin de semana. No dejemos de hacerlo… porque al volver, sólo con pensar en esos dos días, las cuatro paredes en las que de vez en cuando me toca estar, se me derriten.

Sirenos & V.

Dos semanas doblando día tras día la jornada laboral. Dos semanas en que volvía a mi nueva casa o (me colaba en otras sábanas) con la sensación de estar aprendiendo a pasos agigantados. Dándome cuenta de que esto es un reto… y a una punzada de miedo (lo confieso), le seguía un «shhhhtttttt, tranqui que vamos avanzando».

Dos semanas de plegar algunas velas y levantar otras. Diciendo adiós a un pueblo al norte que me acojió en los últimos años para llenarme de mi ciudad algo más al sur. Quieras que no, eso no deja de ser raro.

Dos semanas de muchas imágenes y selecciones de ellas, de críticas duras y blandas, de bastantes kilómetros y sobretodo, de mucha agua con sal. Dos semanas en que volvía a mi nueva casa o (me colaba en otras sábanas) con mente, cuerpo y mirada agotados pero también algo emborrachada de disfrute laboral. Así que llegaba a mi nueva casa o me colaba (buscándote) en tus sábanas sabiendo que me queda mucho mucho por recorrer, pero que he conseguido retomar el rumbo.

Y la verdad es que en este tiempo me he dado cuenta de que los responsables de gran parte del disfrute son esas personas con quienes luchamos las horas. Defendiendo el tic-tac en un lugar que bascula entre unas cuantas instalaciones de hormigón delante de una playa, un barco y la profundidad. En tantos años de estira y afloja me había olvidado de lo positivo que puede llegar a ser trabajar en equipo. De lo que es tener en ciertos momentos una mano en tu hombro diciendo «pa’lante». Y estos sirenos, me lo han recordado.

Tenía otras cosas por decir pero necesitaba gritar que con vosotros, sencillamente da gusto trabajar.