Ante mi últimamente habitual «No tengo tiempo», alguien me hizo ver que en realidad el tiempo te lo haces. Y ahora tengo más que claro que ese tiempo en formato desconexión, ese tiempo que puede ser un fin de semana o unas semanas, es justo el que no me quiero perder.
Dejando todo atrás porque así lo decides, reduces lo que tienes a lo simple y sencillamente te vas.
Esta vez, tocó un lugar con otro idioma, mucho viento y un siempre obvio mar, mostrando su potencial de ser más cuando una herida cure. Quizás un buen sitio para irse en busca de aire. Hasta pocas fotos hice. Sólo me desprendí de casi todo y me olvidé de que los zapatos se necesitan para que luego no duelan las plantas de los pies.
Al llegar el ya no tan temido lunes, no dejaba de pensar en cómo puede recargarte tanto un simple fin de semana. No dejemos de hacerlo… porque al volver, sólo con pensar en esos dos días, las cuatro paredes en las que de vez en cuando me toca estar, se me derriten.