«…la oreja sobre el asfalto y te conocí…»

Tots

Os dejo algunos retratos y momentos de un fin de semana con la buena gente que me acompaña en los últimos años (que ja van uns quants…). Era lo que se llama «despedida», pero yo prefiero llamarle «celebración». Porque en realidad sé que no os despedís de nada, más bien celebramos lo que hay y lo que tenéis.

Així que FELICITATS, NOIS i GRÀCIES…que no per educada, sinó perquè prefereixo agraïr el que tinc a queixar-me pel que em falta. Una abraçada a qui no hi era i vam trobar mooooolt a faltar (recupera’t, siusplau!!!) i vale, vale, no em poso sentimental… encara que se que us agrada 😉

P.

Tapet&friends

Rousi

N.

L.

Sunday morning

Music is here to stay

Dos días sin poder dejar de revolver entre los recuerdos del Soul. Sam Cooke, Aretha Franklin, Otis Redding… y sobretodo un personaje admirador de todos ellos: Marvin Gaye. También uno de los grandes talentos de Motown, tan genial y con una historia tan llena de polémica como el fallecido rey del pop, pero seguramente más transgresor. O como mínimo, a un nivel más de nuestro planeta… Era hijo del predicador de una congregación conservadora cristiana; el mismo que 45 años más tarde le mataría de un disparo enmedio de una de sus millones de discusiones. En el jucio, la tragedia fue descrita como un «hecho justificable».

Hacía años que Marvin Gaye intentaba luchar contra lo que parecía una agitación interior constante bañada de una punzante incomprensión social. Y sí, le dió duro a ciertas drogas. Pero mientras tanto, nos dejó obras maestras como sus dos álbumes más polémicos y, para mí, indiscutibles obras maestras: «What’s Going On», por el que tuvo que pelear con los de Motown por ser considerado demasiado conflictivo, políticamente incorrecto y poco comercial, y «Let’s Get it On», que pasó a la historia como el álbum con una mayor carga erótica grabado hasta el momento.

Aunque no nos lo parezca, todos le hemos conocido, con canciones como la televisiva «Ain’t no mountain high enough». Pero yo me quedo con estas dos: «Sexual Healing» y «Mercy mercy (The ecology)». La segunda, una de las reivindicaciones más sentidas que he escuchado… ¿Qué haríamos sin la música?

Nire uhina…La meva onada…Mi ola

Kukurustan iba pidiendo: «Ya que estás lejos, ¿me mandas una ola?». Algunos se las hemos ido mandando y esto es lo que hizo con la mía. Qué manera de embellecer todo lo que recibes… MZ baby!

Lauraren ametsa

«Aparqué el coche. Estaba amaneciendo. “Hoy está perfecta, hoy sí”. Me cambié y remé hacia el pico. Ahí estaba; rugiendo como si sólo con verme venir ya estuviera relamiéndose pensando en la comida que me había preparado. Imaginando cómo me volvería a mandar a la lavadora que ya había puesto en marcha para ver si así me quedaba bien clarito en qué consistía la fuerza centrífuga. Pero hoy, sin quererlo, yo había llegado a ella de una manera muy distinta: hoy era rotundamente feliz. Seguramente porque el día anterior supe que me iban a publicar algunas de mis historias y me proponían un viaje; querían más. Seguramente porque esa mañana, al despertar y verle a mi lado, me había dado cuenta de que hacía tiempo que olvidamos la inquietud del todo o nada. Así que hoy, remando frente a esa pared que me había tentado una y otra vez, yo, sencillamente, fluía. Hoy, la muy arrogante, me iba a aceptar. Creo que la diferencia fue que al empezar a ver venir la serie noté cómo no había nada en mí que no la quisiera, que no la esperara. Ni resto de media cabeza en lo que tengo que hacer, en lo que me falta, en mi inquietud. Esta vez, realmente estaba ahí. Y, frente a la amenaza de ella, me acerqué al miedo de puntitas y por detrás para cogerlo del cuello y mandarlo a tomar por saco tierra adentro. “Ahora sí que no te oigo más”. Ahí venía…majestuosa, imponente, marcando ese agua que indudablemente es suya. Pero yo ya me giraba y remaba sin querer implorarle que me cediera un poco de su sal. “Esta vez, si no me la da se la quito”. Ya la sentía detrás, ya la oía detrás y ahí iba… Mientras veía cómo la pared se levantaba delante de mí, yo le metía gas. Empecé un take-off  loco pero esta vez sin prejuicios y me deslicé mientras la sonrisa ya no me cabía en la cara. Vi cómo hoy no iba a putearme; iba a seducirme. Y yo la abrí, la giré, la rompí, la corté, la sentí, la noté, la amé y le dije y le dije y le dije… hasta que lo que quedaba de su energía me devolvió  de dónde había venido con una suavidad que sólo la estaba preparando para la siguiente. Una suavidad igual a la de un lento cambré al final de un intenso tango.  Me vi recordando mi primera ola en un mar extranjero lleno de algas enormes y socorristas. Ya habían pasado más de diez años; lo que me hacía pensar en todo lo que mi mar me dio al regresar…y en todo lo que me quitó. En cómo al ver que no, que ahí no había olas, decidí hacer de mi firma una serie. Como para que un día a día de mar de espejo no me hiciera olvidar que si ellas no venían a mí, yo tendría que ir a por ellas. Y ahí, en ese océano del que hacía un tiempo había hecho mi casa, volví a por más…»

Más homenajes y más poesía

Bubbling thoughts

He decidido retomar el sano vicio de escuchar la radio…y, una vez empiezo, lo hago a todas horas. Cuando hoy la puse en el coche, una emisora con la que topé por puro devaneo sonoro reseguía versos que ya conocía. Subí el volúmen.

Si el hombre pudiera decir lo que ama,
si el hombre pudiera levantar su amor por el cielo
como una nube en la luz;
si como muros que se derrumban,
para saludar la verdad erguida en medio,
pudiera derrumbar su cuerpo,
dejando sólo la verdad de su amor,
la verdad de sí mismo,
que no se llama gloria, fortuna o ambición,
sino amor o deseo,
yo sería aquel que imaginaba;
aquel que con su lengua, sus ojos y sus manos
proclama ante los hombres la verdad ignorada,
la verdad de su amor verdadero.

Libertad no conozco sino la libertad de estar preso en alguien
cuyo nombre no puedo oír sin escalofrío;
alguien por quien me olvido de esta existencia mezquina
por quien el día y la noche son para mí lo que quiera,
y mi cuerpo y espíritu flotan en su cuerpo y espíritu
como leños perdidos que el mar anega o levanta
libremente, con la libertad del amor,
la única libertad que me exalta,
la única libertad por que muero.

Tú justificas mi existencia:
si no te conozco, no he vivido;
si muero sin conocerte, no muero, porque no he vivido.

Luís Cernuda, considerado uno de los rebeldes miembros de la llamada Generación del 27. Me bastó un segundo para que mi mente viajara al momento en que oí ese poema. Tendría como unos trece años y lo desgranabas tú, verso a verso, con esa voz clara en la clase de literatura. Cada día te sentabas, te ponías las gafas marrón claro de «ver de cerca» con una mano, sacabas un papel de tu carpeta roja y leías…mientras seguro que alguno iba pidiendo al Universo entero que esa vez no tocara aprendérselo de memoria. Con el de Cernuda recuerdo que se me erizó el vello de la nuca. Al acabar, me miraste y me dijiste bajito, con una carcajada sofocada: «Laura, cierra la boca, anda…»  No quisiste dejar de mencionar, de paso y con naturalidad, que esas palabras cargadas de tanta belleza y pasión estaban escritas por y para un hombre.

Querías acercarnos a todo tipo de grandes personages de la literatura castellana desde la realidad de su día a día; desde lo que se sabe que podrían pensar o sentir. Más allá de lo que decían los libros de texto (no recuerdo haber abierto ninguno), más allá de lo que a menudo se ocultaba y sin dejar de lado a los grandes olvidados. Me fascinó la fiesta para los sentidos de la obra del Arcipreste de Hita; me distrageron los piques entre Quevedo y Góngora; me horrorizó la muerte de García Lorca (por ti, por no disgustarte, me ahorro los muchos insultos que se me ocurren hacia los que tienen la cabeza tan hueca y el cuerpo tan seco de alma que pretenden ahogar el sentir de los demás y para ello usan, entre otras armas, la humillación). Y, con lo que nos enseñabas, me removías, me despertabas… tanto como para que un simple poema cazado al vuelo, años y años después de tus clases, me haga volver a ti.

Recuerdo muy bien tu meticulosidad en el uso del lenguaje, algunos momentos en las aulas y mucho mucho de lo que me decías. También el afecto y ese creer-en-mí que me tenías sin querer disimularlo… y la seguridad en mí misma que sin saberlo me dabas. Ésa que algunas veces tu recuerdo aún aviva a pesar de los años. Ahora me gustaría preguntarte qué te pasaba por la cabeza cuando a veces me hacías leer en voz alta textos que, como los demás, te había entregado. Luego decías cosas así como «¿Te das cuenta de lo que has escrito?» o me susurrabas cuando pasaba por tu lado al salir de clase «Y que queden tus palabras en este aire aburrido y espeso». Pero es que en realidad no era yo quien escribía, sino que eras más bien tú que me lo estabas sacando. Luego llegó la adolescencia y me tropecé fuerte con algunos hoyos. Me llamabas. «Tu madre me ha contado que ha pasado esto y que tú ni te inmutas…¿qué pasa?» Y más que contarte, conversábamos. De verdad. Contigo, sí. Cómo querría contarte ahora todo lo que me pasa por la cabeza en los últimos años…aunque no creo que te sorprendiera. Antes de empezar la especialización en la que se empeña nuestra sociedad, al final de una clase preguntaste: «¿Quién ha escogido Ciencias?». Levanté la mano y cuando comprobé tu reacción; ya la estaba esperando. «¿Túúú? Es por el mar, ¿no?» Qué teñida de pronósticos estaba esa sorpresa y su automática respuesta…

Hace años que se jubiló. Seguramente hayan pasado años desde el momento en que repitió, pero esta vez en serio, eso de «Que pare el mundo que yo me bajo». Pero oír ese poema, aunque haya sido en boca de otro, me ha vuelto a traer el pensamiento de ella envuelto en piel de gallina.

Un homenaje y algún fetiche

«El silencio del mar
brama un juicio infinito
más concentrado que el de un cántaro
más implacable que dos gotas
ya acerque el horizonte o nos entregue
la muerte azul de las medusas
nuestras sospechas no lo dejan
el mar escucha como un sordo
es insensible como un dios
y sobrevive a los sobrevivientes
nunca sabré que espero de él
ni que conjuro deja en mis tobillos
pero cuando estos ojos se hartan de baldosas
y esperan entre el llano y las colinas
o en calles que se cierran en más calles
entonces sí me siento náufrago y sólo el mar puede salvarme»
MARIO BENEDETTI

Para copiarlo por todas partes, para leerlo y releerlo o para sencillamente, olvidarlo (algo que a mí me parece difícil). De todos modos, aquí tenéis el poema de un gran ser sintiente (estimadíssima Marlene, diràs que te l’he robat …però jo també volia rendir-li homenatge i fer aquest poema meu. Envia’m un mail d’aquells amb «monguis!» com «Asunto», que saps que m’encanta.jejejeje)

Y mi nuevo compañero de habitación, el buceador loco. A falta de tí…..

Deep diver

Working hard

La isla de los piratas

La isla

La otra mañana me levanté con la isla de los cormoranes en la cabeza (bueno, así es como le llamo yo para darle un rollo pirata). Hace un tiempo acompañé a unos amigos que hacen pesca submarina con una compacta prestada. Al girar la esquina de uno de los acantilados, me quedé con la boca abierta al encontrarme con dos islotes llenos de cormoranes. Habría como unos viente en total. Recuerdo que me concedieron unas cuantas fotos desde la roca, recompensándome por haberme acercado a ellos con tanta cautela (supongo). Pero quedaron quemadísimas…y ese sitio se me había quedado en la cabeza. Por eso, el otro día decidí ir.

«Ufff…esto está a tomar por saco!!! Yo vengo a la birra de después, ¿vale?» «Ok, pues voy sola». Pero tuve compañía de alguien leyendo en la playa. «Be careful, it’s going to be dark in a while…» «Ok. If I’m not out of the water when it’s dark night, just call to the emergency number». «Are you serious?» «No, but if it happens, just call» Nada más entrar, ya volvía a ser feliz. Aunque me di cuenta de que mi motivación no sólo es el mar sino la gente en él, la acción, la vida… yo es que quería volver a tener los cormoranes a un palmo. Por el camino, un graffiti en una roca imposible y mares de medusas muertas y plásticos que la corriente había arrastrado hasta la costa. Ver todos esos desechos blancos  es un espectáculo algo macabro…porque unos, sencillamente no tendrían que estar ahí, y otros muy seguramente sí pero no de esa manera.

La luz se iba y contra más profundidad, más tenebroso era el fondo…más atraientemente azul oscuro. Sí, llegué a la isla de los cormoranes después de unos cuantos devaneos aleteados peeeeeeeero para mi frustración, habían sido substituídos por cuatro gaviotas algo impertinentes. Me quedé mirándolas y después de una punzada de desilusión pensé: «Uy, por lo que parece tendré que venir más veces a buscarlos…» De regreso, quizás por tener una naturaleza algo masoquista necesitaba más acción y me metí buscando espuma en las rocas donde mi mar descargaba unas ondulaciones como perezosas. «Así le doy a las aletas y me clavo unos cuantos erizos. Así, me entreno».

Esta vez mi mente buscaba excusas para ir, no para bloquearme… qué curioso. ¿Será que una simple cajita donde meter la cámara es lo que me lleva a lo que quiero? Quizás… Casi al llegar a la playa, un cormorán apareció delante de mí. Desde la superficie, hundía y sacaba la cabeza… Me quedé mirándolo, no disparé. Porque alguien en quien creo me dijo que traen buena suerte y yo no quería capturarla en un sensor, quería guardármela dentro.

Graffities

Rompe un poco

Underwater

Wave

Moving

Foam

Se me olvidó que te olvidé…

Frida

Esperaba el ascensor y llegó una mujer con su perro. Lo llamé y cuando me agaché tendiéndole la mano para empezar con la seducción del holisqueo y las caricias, la mujer me previno: «No, no lo toques…Es muy bueno, no es que muerda ni nada, pero le tiene un miedo terrible a la gente. Cuando le quieren tocar, ladra y se pone muy nervioso». Yo seguía agachada con la mano extendida y mientras la mujer hablaba, el perro ya estaba ahí, oliéndome mientras movía la cola. Tenía el pelo negro y brillante; la mirada canela e inteligente. Pero alguien más entró, rompió el momento, el perro efectivamente se asustó y el desenfreno de ladridos no tardó en llegar. «Lo abandonaron, ¿verdad?» «Sí, eso creo…lo recogimos perdido y medio muerto en la montaña.»

Llegué al piso de mi tía y al abrir la puerta me econtré con un nuevo habitante. «J. y su novia lo han dejado. Él está buscando otro piso, pero no tenía dónde dejar al gato mientras tanto y me lo ha traído a mí.» Cuando le llamé, con ese aire felino (y extremadamente atraiente) de vengo-porque-YO-quiero, se acercaba y se alejaba; conociéndome para después reconocerme. «¡Es más raro este gato! No para quieto, casi no deja que me acerque a él…» Ya le estaba acariciando la barriga con su sonoro ronroneo cuando algo cayó en la cocina y de un salto huyó a un lugar oscuro y seguro. «Cuando viene el dueño a verle, es peor porque luego se va y el gato se queda nerviosísimo, no me deja ni dormir» «Lo abandonaron, ¿verdad?» «Sí, se lo encontraron en una caja al lado de un contenedor de basura».

El lugar donde trabajo es ideal para dejar animales no deseados y largarte. Enmedio del bosque, aparentemente lejos de todo. Por eso cada cierto tiempo, llegan perros y gatos perdidos buscando algo…quizás comida; quizás afecto. Después de unos días, siempre hay alguien que se compadece  y se lo lleva a casa. Pero el sentimiento de abandono se les ha quedado grabado tan adentro que siguen buscando ese algo…a veces, meses. A veces, años. Y se les ve con el miedo a que les olviden impoluto, como una lacra. Yo misma cogí una gata del bosque. Salía del trabajo y ella saltó de algún lugar. Cuando la acariciaba,el saquillo de huesos se deshacía en ronroneos.  Fui al coche, me siguió y se metió dentro. Pero fue esa mirada perdida, pidiendo y buscando, ese vacío de ansia de cariño, lo que me mató. La llevé a casa y le puse el nombre de una pintora mejicana que, como ella, sobrevivió al dolor, al rechazo y a la necesidad de que amor sin querer admitirlo. Todo el que la conoce coincide en que no es una gata normal… y yo digo que lo es como lo son todos los seres que llevan el «no-me-importas» dentro. Es cierto que no dejo de sentirme cruel a menudo por tener encerrado a un ser al que quiero, por no concederle la liberad de irse si necesita buscar más y volver si me echa de menos. Pero supongo que esto mismo podría ser un argumento para todos aquellos que dejan a los animales enmedio de la nada cuando les molestan. Primero, tienen el capricho de tener uno, como si fuera un mueble más. Así que lo compran, lo meten en casa y lo «domestican». Luego, cuando ya depende totalmente de ellos, llega un momento en que cansan y supongo que deben pensar «Vamos a dejarle en la Naturaleza, de dónde ha venido, para que esté libre. Y yo, me largo».

No entiendo cómo alguien puede hacer algo así…y demasiado a menudo me avergüenzo de lo egocéntricos que podemos llegar a ser los humanos. Quizás estaría bien que de vez en cuando nos preguntáramos quién debe «domesticar» a quién…