El otro lado del colchón

«Deja un poco abierta la puerta…que corra el aire» Así fue como entró de golpe el olor de viejos pasos. Él empezó a reseguir con el pulgar manchas de otros tiempos en el colchón. «Algunos corazones sedientos gotean… ya sabes». Pero en la plataforma de látex, una sola forma, un único hueco apenas marcado. Como queriendo hacerle un molde a ese cuerpo tan menudo. Un solo hueco, en un solo lado. «Aunque duerma sola, nunca me acostumbro a ocuparla toda». Al otro lado del colchón, el espacio sin marcas delataba el pensamiento de que todo llega si se le deja un lugar.

Lucha lenta de tendones. Descubrirse desnudos, hablándose. Melancolía de humo que ascendía perezosa y lánguida hasta llenar el techo. El pelo de ella llevaba meses, años, con muchos afanes enredados. Hacía tiempo que no se peinaba. Sencillamente, no le daba la gana.

«Esta noche, quédate». Y él ocupó rincones, cafés, cenas, cines. Emociones de segunda mano. Ella creió que uno de esos días él, quizás, podría llegar a desenredarle el pelo.

«Esta noche… quédate».

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